martes, 19 de octubre de 2010

OMAIRA

Como todos los domingos de mi niñez, fuimos a visitar a la abuelita llevando con nosotros a la nueva miembro de nuestra familia con sólo 2 y medio meses de nacida. No recordaba los hechos de ese domingo sino hasta hoy, 25 años después.

La tarde del lonchecito transcurrió como cualquier domingo: jugar con los primos, comer las ricas humitas que preparaba mi abuelita y terminaba con un dulce de berenjenas que sólo disfrutaban los grandes; los niños preferíamos los duraznos al jugo de lata. Yo tenía 4 años y si bien no entendía la conversación de los adultos alcancé a escuchar algunas palabras claves: “volcán” y “niña”. Luego y en un descuido de mi madre vi una fotografía impresa en las páginas de una revista internacional que se me quedó grabada en ese momento y causó en mí miedo, angustia y susto. La foto era de una niña atrapada en una especie de, lo que yo pensé, era un lago verde; sólo se le veía la cabeza y yo no lograba comprender qué tenía que ver el volcán en todo eso. La lava es roja, no verde… eso es un lago… pero qué hace allí atrapada? O ya está muerta? No sé porque en ese momento relacioné que la foto era de un país del otro lado del mundo pero me asusté, como nunca y me quedé callada y con pesadillas por muchos días a causa de eso.

Mi mamá notó que estaba teniendo problemas al dormir y como era costumbre de algunas familias tradicionales me llevó a la señora que curaba el susto. Los implementos eran simples: una barra de azufre y 15mil intis. La vieja señora pasó por mi cuerpo la barra de azufre algunas veces y luego me pidieron que me fuera para poder quemarlo y descubrir el porque de mi susto, esa parte del ritual no podía ser realizado en mi presencia.

Según supe después por mi mamá, la figura que salió fue un pozo o un lago… algo tenía que ver con la foto que vi y luego de eso no volví a tener pesadillas y no recuerdo haber vuelto a pensar en eso, ni recordaba el episodio hasta que hoy, 25 años después viviendo en Bogotá y conversando con amigos del trabajo sobre lo bien que resultó la hazaña del rescate de 33 mineros en Chile cuando alguien mencionó que ojalá así hubieran podido salvar también a Omaira, un par de comentarios de otros colegas y no se dijo más del tema, seguíamos con el tema de los mineros; pero mi extraña obsesión con las tórridas historias de desastres, cataclismos y demás me hicieron regresar a mi computadora y digitar en google: OMAIRA. Quería saber de qué se trataba y qué tenía su historia parecida a la de los 33 de Chile.

Omaira Sánchez, 13 años y una de las 25mil víctimas de la tragedia de Armero en la cual todo un pueblo fue sepultado al erupcionar el volcán “Nevado de Ruiz”. La niña sobrevivió por 60 horas pero no la pudieron sacar de donde estaba y falleció ante la mirada atónita y la impotencia de todo el mundo. Me puse a leer las diferentes notas que escribieron los periodistas de ese momento y las reseñas de la época, finalmente llegué a las fotos.

La vida nunca deja nada suelto, todo círculo que es abierto en algún momento se llega a cerrar. Hace 25 años quedé traumada por algunas semanas con una foto y hoy la volvía a tener frente a mis ojos. La misma foto con la misma niña con el mismo “lago verde” a su alrededor; confieso que estuve en shock por algunos minutos…… Omaira murió en 1985 siendo un símbolo de la tragedia, nunca la pudieron sacar del lodo, piedras y escombros en los que quedó sólo con la cabeza afuera de la superficie y donde permaneció 3 días, no la pudieron sacar porque hubieran tenido que amputar sus piernas y se hubiera muerto desangrada sólo en el intento. Ahora no sé si hubiera preferido quedarme en la incertidumbre o cerrar ese círculo que ya había olvidado que se abrió hace tantos años.

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